Durante semanas y meses mantuve el celibato. La calidez y la belleza de los cuerpos femeninos seguían sugiriéndome el antiguo placer, pero algo nuevo me desconcertaba. ¿Era penetrar y poseer a esas bellas criaturas realmente lo que quería? El deseo parecía acarrear consigo una sensación trágica de distancia y separación que era inútil negar.