La verdad es que toda apreciación auténtica se basa en cierto misterio, en cierta oscuridad, en cierta humildad. Quien dijo: «Bienaventurado el que no espera nada, pues no se verá decepcionado», pronunció una máxima equivocada. La verdadera es «Bienaventurado el que no espera nada, pues se verá gloriosamente sorprendido».