estuve sola en esta ciudad, viviendo de un modo bastante irreal. Apenas conocía a nadie, salía muy poco, no tenía novio, me levantaba temprano para trabajar, dibujaba planos y, cuando acababa, hacía la compra en el supermercado y comía sola en casa. Tenía la radio encendida todo el día, leía libros, escribía un diario, lavaba medias en el baño. Como el piso estaba en la costa, siempre se oía el rumor de las olas. Era una vida deprimente.