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No me acuesto con cualquiera, evidentemente. A veces pienso: «Con este, ni hablar». Pero ¿sabes qué?, creo que, al fin y al cabo, lo que deseo es conocer gente. O tal vez sea esa mi forma de entender mi propio mundo.
Mi mayor defecto es que mis defectos han ido creciendo a medida que pasaban los años.
En el mundo hay diversas ciudades. Cada una tiene sus disparates y eso es lo que me atrae de ellas.
le mostré la carta a mi mujer. «Pobre hombre, ¿no?», se limitó a decir, aunque, seguramente, lo que había querido decir era «Pobres hombres, ¿no?».
Vacíos, habían sido diez años vacíos. Todo lo que había conseguido carecía de valor, todos mis logros carecían de sentido. Lo único que había obtenido era tedio.
Al cambiar los tiempos, cambian muchas cosas. Pero eso, al fin y al cabo, es bueno. Todo se reemplaza. No hay de qué quejarse.
no sé si es correcto o no crear vida humana. Los niños crecen, las generaciones se reemplazan. ¿Y qué ocurre? Que se cortan más montañas y se entierran más franjas de mar. Se inventan coches cada vez más rápidos y más gatos mueren atropellados.
Aun en el supuesto de que nada hubiera cambiado, no podría aceptarlo. No querría creérmelo. Si me lo creyera, no podría ir a ninguna parte. Así que procuro pensar que todo ha cambiado radicalmente.
Quizás hasta se podría hacer una película del tipo «un día la humanidad se extinguió en una guerra nuclear, pero, al final, todo salió bien».
estuve sola en esta ciudad, viviendo de un modo bastante irreal. Apenas conocía a nadie, salía muy poco, no tenía novio, me levantaba temprano para trabajar, dibujaba planos y, cuando acababa, hacía la compra en el supermercado y comía sola en casa. Tenía la radio encendida todo el día, leía libros, escribía un diario, lavaba medias en el baño. Como el piso estaba en la costa, siempre se oía el rumor de las olas. Era una vida deprimente.
A la gente se la puede dividir en dos grupos: el mediocre realista y el mediocre utópico. Tú perteneces claramente al segundo. Espero que te quede bien grabado. El destino que te espera conduce a la mediocridad utópica.
Por supuesto, sus teorías y su visión del mundo como pensador de ultraderecha eran pueriles.
Si no te gusta el mundo en el que vives, ¡no haber tenido hijos!
La mayoría de los guitarristas no friegan los platos, pues si se lesionan los dedos, pierden su razón de ser.
La estupidez que caracteriza la esencia de la modernidad japonesa se debe a que no aprendimos nada del intercambio con otros pueblos asiáticos.
Una mañana, al despertarme, el carnero no estaba. Entonces comprendí por fin qué significaba ser un «desovinado»: es un infierno. Lo único que te deja el carnero es reflexión. Y sin él no puedes expulsar esas reflexiones.
todos eran libros de antes de la guerra; y la mayoría, de escaso valor. Geografía, ciencia, historia, filosofía; muchos trataban de política, y ninguno servía para nada salvo para conocer la formación básica de un intelectual ordinario de hacía cuarenta años.
La música envejece mejor que las ideas.
. La cuestión es que no quiero ir a la guerra y por eso he decidido ser un carnero. Y como carnero que soy, de aquí no me muevo.