La sal y el azúcar solo se distinguen a escala atómica. Cuando los estofados enfrían y descansan, se armonizan los aromas. Las patatas fritas son un derecho universal, pero las patatas cocidas suponen un deber. La salsa romesco y el bizcocho de huevo recién hechos saben a rayos aunque cuando enfrían son una delicia. Pero cómete la sopa caliente, que fría no vale nada. Y la mejor tortilla, cocinada al momento, fría o recalentada, es una maravilla. Son fenómenos que entenderíamos mejor si los enfocásemos desde la mecánica cuántica. ALBERTO VIVÓ, biotecnólogo y buen comensal (Big Van)

