Estefanía Moreno

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Habíamos bailado. Todos juntos. Y yo nunca había visto más feliz a Rhys: se reía con Azriel, bebía con Mor, bromeaba con Cassian. Yo había bailado con todos y, cuando la noche llegó al amanecer y la música se hizo suave y se llenó de miel, había dejado que Rhys me tomara entre sus brazos y bailara conmigo, despacio, hasta que se fueron todos los otros invitados, hasta que Mor se durmió sobre un sofá en el comedor, hasta que el disco de oro del sol tiñó de amarillo a Velaris.
Una corte de niebla y furia (Una corte de rosas y espinas, #2)
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