Después llegó la oscuridad, suave, dulce; no, no era sombra, era un cuerpo cubierto de sudor que se detuvo frente a mí. Unos dedos amables me levantaron el mentón hasta que yo abrí los ojos y la vi… La cara de Rhysand. Las alas se habían envuelto alrededor de los dos, dejándonos dentro de un capullo; la luz del sol bañaba la membrana en oro y rojo.

