Oí hablar tanto de ti —dijo y yo me puse de pie y le tendí la mano en un gesto incómodo. Ella la ignoró y me dio un abrazo que casi me quiebra los huesos. Olía a cítricos y a canela. Traté de relajar la dureza de mis propios músculos mientras ella se alejaba y sonreía con un gesto más bien travieso.

