me golpeó bruscamente con tanta fuerza que se me aflojaron las rodillas. Ni siquiera lo había mirado a Rhys, pero de pronto, él me tomó por el brazo, abrió las alas y nos llevó a los dos por la ventana. Caída libre otra vez; cinco segundos de trueno, de espanto antes de que él me transportara al dormitorio en la casa de la ciudad. Un baño caliente preparado. Me le acerqué tambaleándome y el cansancio me golpeó como el golpe de un puño mientras él decía:

