—Se me quebró la voz. —Pero tú, Tamlin… —Las paredes se precipitaron sobre mí. La quietud, los guardias, las miradas. Lo que acababa de ver en el Diezmo ese día. —Me estoy ahogando —me las arreglé para decir—. Me estoy ahogando, Tamlin. Y cuanto más haces esto, los guardias… Es como si me estuvieras sosteniendo la cabeza dentro del agua.

