Si no se daba vuelta y se alejaba cuando yo pusiera en palabras lo que quería: lo quería a él. No al alto lord, no al macho más poderoso de la historia de Prythian. A él, a él solamente. La persona que me había mandado música a la celda, que había levantado ese cuchillo en la habitación del trono de Amarantha para pelear por mí cuando nadie más se atrevía, y que había seguido peleando por mí desde ese día, negándose a dejar que yo me derrumbara y desapareciera.

