—Era el anillo de mi madre. —Como si esa fuera la única explicación que yo me merecía. —¿Cómo lo perdiste? —quise saber. —No lo perdí. Mamá me lo dio como recuerdo, después se lo llevó cuando llegué a la madurez… y se lo dio a la Tejedora. —¿Para qué? —Para que yo no lo malgastara.

