Estefanía Moreno

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Hace tres años —dijo con calma—, empecé a tener…, a tener sueños. Al principio, eran apenas imágenes instantáneas, como si estuviera mirando a través de los ojos de otra persona. Un hogar que rugía en una casa oscura. Un montón de paja en un granero. Una madriguera de conejo. Las imágenes eran borrosas, como mirar a través de un vidrio empañado. Eran breves…, un poquito aquí y allá, de vez en cuando, una cada tantos meses. No pensé nada sobre ellas hasta que una de las imágenes me mostró una mano… Una hermosa mano humana. Que sostenía un pincel. Y pintaba… flores sobre una mesa.
Una corte de niebla y furia (Una corte de rosas y espinas, #2)
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