Los dedos de él se tensaron bajo los míos y yo levanté la cabeza. Él me estaba sonriendo. Y se parecía tan poco a un alto lord con ese polvo brillante en la cara que yo también le sonreí. Ni siquiera me había dado cuenta de que lo había hecho hasta que su sonrisa se desvaneció y se le entreabrió la boca. —Sonríe otra vez —susurró. Yo no le había sonreído a él. Nunca. Nunca había reído para él. En Bajo la Montaña ni siquiera le había hecho una mueca, ni una risita. Y después… Este macho frente a mí… mi amigo… A pesar de todo lo que él había hecho por mí, yo nunca le había regalado ni una sola
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