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abstruso,
había perdido en uno de los tantos pliegues de su memoria),
omertà
una mujer que a pesar de los años conservaba intacta su determinación, una mujer que no se aferraba a los bordes del abismo sino que caía al abismo con curiosidad y elegancia. Una mujer que caía al abismo sentada.
(pues toda virtud, salvo en la brevedad del reconocimiento, carece de resplandor y vive en una caverna oscura rodeada de otros habitantes, algunos muy peligrosos),
desasimiento
escuchar con más educación que interés la conversación de un amigo,
Pero el exilio —dijo Pelletier— está lleno de inconvenientes, de saltos y rupturas que más o menos se repiten y que dificultan cualquier cosa importante que uno se proponga hacer. —Ahí precisamente radica —dijo Amalfitano— la abolición del destino. Y perdonen otra vez.
El silencio de ella, sin embargo, no era desagradable ni implicaba rencor o tristeza. No era denso sino transparente. Casi no ocupaba espacio. Incluso, pensó Espinoza, uno podría acostumbrarse
Y después miró el cielo y vio una luna demasiado grande y demasiado arrugada, pese a que aún no había caído la noche.
«Lautaro, sonido veloz (taros en griego significa veloz)».
Son cada vez más ricos y suelen buscar esposas al norte de la frontera. A eso le llaman mejorar la raza. Un enano mexicano manda a su hijo enano a estudiar a una universidad de California. El niño tiene dinero y hace lo que quiere y eso impresiona a algunas estudiantes. No hay ningún lugar en la tierra donde haya más tontas por metro cuadrado que en una universidad de California. Resultado: el niño obtiene un título y consigue una esposa que se va a vivir a México con él. De esta forma los nietos del enano mexicano dejan de ser enanos, adquieren una estatura media y de paso se blanquean. Estos
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embridar
infructuosamente
Miedo a la pisada que no deja huella.
apariencia, cosa que parece y no es, superficie y no fondo, puro gesto, e incluso el gesto era confundido con la voluntad, pelos y ojos y labios de Tolstoi y verstas recorridas a caballo por Tolstói y mujeres desvirgadas por Tolstoi en un tapiz quemado por el fuego de la apariencia.
La apariencia era una fuerza de ocupación de la realidad, se dijo, incluso de la realidad más extrema y limítrofe.
soliviantado,
compañeros de infortunio.
Finalmente se entristeció, a lo que contribuyó el río, que a esa hora adquiría una tonalidad de dorado viejo, de pan de oro, y todo parecía desmigajarse, el río, los botes, las colinas, los bosquecillos, y partir cada cosa por su lado, hacia diferentes tiempos y diferentes espacios.