Curable o incurable, blanco o negro. ¡Como si fuera tan fácil! «Sano» y «enfermo» son dos palabras que un médico decente y de buena fe no debería pronunciar jamás, pues ¿dónde empieza la enfermedad y termina la salud? ¡Y lo mismo «curable» e «incurable»! Ya lo sé, son palabras muy corrientes y en la práctica es difícil pasarse sin ellas. Pero no conseguirá que pronuncie la palabra «incurable». ¡Yo, nunca! Sé que el hombre más cuerdo del último siglo, Nietzsche, escribió esta frase terrible: no hay que querer ser médico de lo incurable. Pero es, con diferencia, la más falsa de todas las frases
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