Juan  Luis  Cordero

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Pero, acto seguido, comprendí con nuevo espanto que nada sino precisamente mi apasionada compasión era la principal culpable de que esa muchacha abandonada y aislada del mundo esperara de mí, el único hombre que la visitaba asiduamente día tras día en su cárcel, que esperara de este loco, presa de su compasión, un sentimiento distinto,
La impaciencia del corazon
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