Atreverse a arriesgarse no tiene nada que ver con ganar o con perder. Es un acto de valor. En un mundo donde imperan la escasez y la vergüenza, y tener miedo se ha convertido en algo natural, la vulnerabilidad es subversiva. Incómoda. A veces, hasta un poco peligrosa. Y, sin lugar a dudas, exponernos a ella implica un riesgo mucho mayor de que nos hieran.