Debemos volver al primer principio. Para el cristiano, la conciencia no es la autoridad última en la vida. Estamos llamados a tener la mente de Cristo, a conocer lo bueno, y tener la mente y el corazón entrenados por la verdad de Dios, de manera que cuando llegue el momento de la presión, seamos capaces de permanecer en pie con integridad.