Legalmente, la residencia estaba donde se guardaban las posesiones personales. En consecuencia, si los fariseos querían hacer un viaje de seis kilómetros en el día de reposo, durante la semana le pedían a un mercader itinerante que llevara algunos de sus cepillos dentales y los ubicara bajo una roca en tramos de un kilómetro y medio a lo largo del camino. Al poner ese cepillo dental bajo la roca, el fariseo técnicamente establecía allí su residencia