A las personas que temen que podrían haber cometido el pecado imperdonable, yo suelo decirles que si realmente lo hubieran cometido, lo más probable es que no estarían preocupadas por ello. Sus corazones ya se habrían vuelto tan obstinados y endurecidos que no estarían luchando y lidiando con ello. Las personas que cometen semejante pecado no se preocupan por ello, y el hecho mismo de que estas personas estén luchando con el temor de que quizá hayan ofendido a Dios de esta forma es una significativa evidencia de la realidad de que no se encuentran en tal estado.

