Ese día Mike no estaba en casa ni cogía el móvil (muy oportunamente), así que llamé a Jason en plan desesperada. —¡No te lo vas a creer! ¡El idiota de mi novio mandó una solicitud a la universidad! Y me han aceptado. Es de locos. —Hum, eso me hace pensar que quizá no sea tan idiota —contestó divertido. —No tiene gracia, Jason. Ya soy vieja para estas tonterías.