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A veces te hundes, caes en tu agujero de silencio, en tu abismo de cólera orgullosa, y apenas puedes volver, aún con jirones de lo que hallaste en la profundidad de tu existencia.
Ella sabía de sus carencias y de sus miedos, por eso no estaba segura de ser buena para él, de conseguir contrarrestar todo lo malo como antaño porque, ahora, Mike, ya no era el único de los dos que arrastraba tras de sí una pesada carga.
Ese día Mike no estaba en casa ni cogía el móvil (muy oportunamente), así que llamé a Jason en plan desesperada. —¡No te lo vas a creer! ¡El idiota de mi novio mandó una solicitud a la universidad! Y me han aceptado. Es de locos. —Hum, eso me hace pensar que quizá no sea tan idiota —contestó divertido. —No tiene gracia, Jason. Ya soy vieja para estas tonterías.
¿Estás de su parte? —gruñí y tras un esclarecedor silencio empecé a encajar las piezas—. Oh, Dios, ¡tú lo sabías! ¡Maldito traidor!
¿Ya te han admitido en el club de animadoras? —bromea. —Todavía no y es una pena porque el quarterback está tremendo. A ver si consigo hacer un triple salto mortal la próxima vez.