no buscamos a Dios para que nos dé un premio o una palmada en la espalda. Lo buscamos para disfrutar de una intimidad aún mayor con Él, para acercarnos aún más a Su corazón, para abrir cada vez más esos armarios donde habíamos intentado restringirle el acceso, pensando que no le gustaría lo que vería, pensando que nos rechazaría si supiera lo que tenemos allí.

