si a pesar de nuestra limpia conciencia e intenciones auténticas, la persona con la que intentamos hacer las paces no nos cree o no desea participar en la reconciliación que estamos buscando, la Escritura nos deja una única y santa alternativa: bendecirlos y seguir adelante… y seguir orando y asegurarnos de ser coherentes y auténticos con ellos.

