Cuando otros lo hacen, nuestra respuesta más sana, incluso si no estamos de acuerdo o queremos discutir, es suponer que es probable que haya algo de verdad en lo que dicen y confiar en que Dios sacará toda impureza a la superficie mientras nos arrodillamos delante de Él y practicamos esto con nuestros hermanos en la fe. Eso no quiere decir que ellos tengan toda la razón acerca de nosotros necesariamente, pero somos sabios como para no descartarlo sin revisar nuestro corazón y comprobar si hay alguien más que nos haga la misma observación objetiva.

