¿Por qué deberías hacerlo? Porque la verdad es que no hay secretos. Incluso si nadie, excepto Dios, sabe algunos secretos sobre ti, el peso de esos secretos es la raíz debajo de toda tu depresión, tu repugnancia de ti mismo, tu frialdad hacia la adoración, tu obsesión con mantenerse tapado y misterioso, difícil de arrinconar, difícil de ser conocido.

