Pero si los que luchamos con las adicciones tratamos solo los problemas superficiales, los síntomas visibles y no trabajamos para entender qué es lo que en realidad produce el dolor en lo profundo del interior, estamos condenándonos a lo que el profeta Jeremías llamó: «“Paz, paz”, pero no hay paz» (Jer. 6:14). Una abstinencia forzada donde no hay sanidad.

