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sembró en mi cabeza la idea de que la realidad no es sólo como se percibe en la superficie, también tiene una dimensión mágica y, si a uno se le antoja, es legítimo exagerarla y ponerle color para que el tránsito por esta vida no resulte tan aburrido.
Sostenía que es mejor ser varón, porque hasta el más mísero tiene su propia mujer a quien mandar,
Hay que dar bastante guerra. Con los perros rabiosos nadie se atreve, en cambio a los mansos los patean. Hay que pelear siempre.
El pueblo es generoso y perdona con facilidad; en el país no hay penas de muerte o de cadena perpetua, de modo que los beneficiados por la tiranía, los colaboradores, soplones y agentes de la seguridad, pronto fueron olvidados y pudieron incorporarse de nuevo a esa sociedad donde había espacio para todos.
Sospechaba que nada existía verdaderamente, la realidad era una materia imprecisa y gelatinosa que mis sentidos captaban a medias.
A veces sentía que ese universo fabricado con el poder de la imaginación era de contornos más firmes y durables que la región confusa donde deambulaban los seres de carne y hueso que me rodeaban.
nosotras debíamos contribuir a la lucha, pero estábamos excluidas de las decisiones y del poder.