somos reacios a la pérdida, es decir, no nos gusta perder algo que ya tenemos. El disgusto de perder 50 dólares es mayor que la alegría de recibir 50 dólares más. Cuando pensamos en una mayor recompensa futura y nos planteamos cambiarla por otra inmediata aunque menor, lo contabilizamos como una pérdida. Pero cuando empezamos con la recompensa inmediata (un talón de 50 dólares en la mano) y nos planteamos los beneficios de retrasar la gratificación por otra mayor, también lo vemos como una pérdida. Los economistas han descubierto que se nos ocurrirán más razones para justificar elegir la
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