Podemos aprender la lección de los neuromercadotécnicos e intentar «dopaminizar» las tareas que menos nos seducen. Una tarea engorrosa puede ser más atractiva si le añadimos una recompensa. Y cuando las recompensas de nuestras acciones se den en un lejano futuro, podremos intentar estrujar un poco más de dopamina de nuestras neuronas fantaseando con el pago que al final recibiremos (y no con el improbable dinero de los anuncios de la lotto).

