No es necesario que los aviones se estrellen contra los edificios para que nos invada una sensación de pánico. De hecho, ni siquiera es necesario ver muertes reales para que nos pongamos a gastar: los dramas televisivos y las películas producen el mismo efecto. En un estudio, la escena de una muerte en Campeón, una película de 1979 de lo más lacrimógena, hizo que los espectadores estuvieran dispuestos a pagar tres veces más por algo que no necesitaban (y de lo que más tarde se arrepentirían). Y lo más importante es que los participantes de este estudio se olvidaron de que la película les había
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