puedo decir que desde entonces he observado cuán absurdo e irracional es el carácter de los hombres, en especial en los jóvenes, que los lleva a no avergonzarse de sus faltas y sí de su arrepentimiento, que no se reprochan los actos por los cuales merecen el nombre de insensatos mientras que los humilla el retorno a la verdad que les valdría en cambio la reputación de hombres prudentes.