La próxima vez que esté de mal humor, intente sonreír a un desconocido con quien se cruce por la calle. Le sorprenderá ver cuántas personas le devuelven reflexivamente la sonrisa y, si sonríe con la frecuencia suficiente, al final ese gesto activará la subrutina de la felicidad en su cerebro, liberando las endorfinas que desea.