Quizás piense ahora que orar, leer la Biblia y cantar himnos es aburrido, triste y tonto, algo para ser tolerado de vez en cuando, pero no disfrutado. Considera al Día del Señor como una carga y cosa pesada; no podría pasar más que una porción pequeña del día adorando a Dios. Pero recuerde, el cielo es un Día del Señor sin fin. Los que allí viven no descansan de decir día y noche: “Santo, santo, santo, Señor Omnipotente” y de cantar alabanzas al Cordero. ¿Cómo podría, alguien que no es santo disfrutar de ocupaciones como éstas?