Puede ser que el gran incremento de riquezas en los últimos veinticinco años ha introducido insensiblemente una plaga de mundanalidad, de autosatisfacción y del amor por lo placentero de una vida social basada en lo material. Lo que antes se llamaban lujos, ahora son comodidades y necesidades, y el negarse uno mismo y soportar “una vida dura” son cosas desconocidas.