Somos demasiado prontos a olvidar que la tentación de pecar raramente se nos presenta en su verdadera realidad, diciendo: “Soy tu enemigo mortal y quiero arruinarte eternamente en el infierno”. ¡Oh no! El pecado nos llega, como Judas, con un beso y, como Joab, con una mano extendida y palabras halagadoras. El fruto prohibido le parecía bueno y deseable a Eva; no obstante le echó fuera del Edén.