Las gentes del mundo, a veces se quejan con razón, de que las personas supuestamente “cristianas”, no son tan afables, desinteresadas y gentiles como otros que no profesan ninguna religión. No obstante, la santificación, entendida correctamente, y armonizando con la Palabra, es tan importante como la justificación. La sana doctrina protestante y evangélica es inútil si no va acompañada de una vida santa. Es peor que inútil; es sumamente perjudicial. Es despreciada por hombres observadores y sagaces del mundo como algo irreal y vacío, y produce desprecio por la fe cristiana.