El día de su partida muchos le acompañaron a la ribera. Entrando en el río, exclamó: ‘¡Oh muerte! ¿Dónde está tu aguijón?’. Y luego, sumergiéndose en las aguas: ‘¡Oh sepulcro! ¿Dónde está tu victoria? Con estos acentos de triunfo alcanzó la otra orilla, y fue recibido a son de trompeta”. ¡Sea nuestro final este mismo! ¡No olvidemos nunca que sin luchar no puede haber santidad mientras vivamos, ni corona de gloria cuando muramos!