Comience con un pedido al Señor Jesucristo, el gran Médico de las almas; pídale que cure el mal secreto en su interior, sea cual sea. Comience como si nunca le hubiera pedido nada, y pídale gracia para amputarse la mano derecha o arrancarse el ojo derecho. Pero nunca, nunca se quede tranquilo si su alma no crece. Por su propia paz, por su propia utilidad, por la honra de la causa de su Hacedor, decídase a encontrar el porqué.