Cuando un barco está en peligro de hundirse, a los tripulantes no les importa tirar por la borda su valioso cargamento. Cuando un brazo o una pierna está infectada, el hombre se somete a una cirugía y, aun, a una amputación si hacerlo significa salvarle la vida. Igualmente, el cristiano debe estar dispuesto a renunciar a lo que sea que se interpone entre él y el cielo. ¡La vida espiritual que nada cuesta, nada vale! Un cristianismo barato, sin una cruz, probará ser al final, un cristianismo inútil, sin ninguna corona.