Un andar vacilante, una reticencia a emprender, audaz y decididamente un camino, una disposición inmediata a conformarse al mundo, un testimonio vacilante para Cristo, una religión indecisa, una resistencia a adoptar una norma elevada de santidad y vida espiritual, son una fórmula infalible para malograr el jardín de su alma. Es inútil suponer que podrá sentirse seguro y convencido de que ha sido perdonado y aceptado por Dios, a menos que considere que todos los mandamientos de Dios acerca de todas las cosas son correctos y que Dios aborrece todo pecado, sea grande o pequeño (Sal. 119:128).