La santificación, una vez más, es algo que depende mucho del uso diligente de las Escrituras. Con esto me refiero a leer la Biblia, orar en privado, asistir regularmente al culto público, escuchar regularmente la Palabra de Dios y participar regularmente de la Cena del Señor. El hecho simplemente es que nadie que descuida tales cosas puede pretender progresar significativamente en santificación.