La idea favorita de muchos es que el moribundo no necesita más que la absolución y el perdón de los pecados a fin de adecuarlos para el gran cambio, es falsa. Necesitamos la obra del Espíritu Santo, al igual que la obra de Cristo; necesitamos la renovación del corazón, al igual que la sangre expiatoria; necesitamos ser santificados, al igual que justificados.