Observemos que el Apóstol habla sin ninguna vacilación y sin desconfianza. Considera la corona como cosa segura, como si ya fuera suya. Declara con una confianza inquebrantable y seguridad absoluta que el Juez justo le dará esa corona. El gran trono blanco, todos los pueblos reunidos, los libros abiertos, la revelación de todos los secretos, los ángeles que escuchan y la sentencia imponente, eran cosas que Pablo conocía muy bien. Pero ninguna de éstas lo impresionaba. Su fe fuerte las sobrepasaba a todas y veía a Jesús únicamente, a su Abogado vencedor absoluto, la sangre de la aspersión y el
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