El Señor Jesús es muy compasivo y misericordioso. No tiene en cuenta la cantidad de fe, sino la calidad; no mide su graduación, sino su veracidad. No romperá ninguna caña cascada, ni apagará ningún pábilo que humea. Nunca permitirá que se diga que alguien pereció para siempre a los pies de la cruz. Dice: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera” (Jn. 6:37)31.