Es un hecho lamentable que la prosperidad continua temporal, por regla general, obra en detrimento del alma del creyente. No podemos aguantarlo. Las enfermedades, pérdidas, cruces, ansiedades y desencantos parecen ser absolutamente necesarios para mantenernos humildes, en guardia y en un buen nivel espiritual. Aquellas aparentes calamidades son tan indispensables como el cuchillo para podar la vid y el fuego para refinar el oro. No son agradables, humanamente no nos gustan, y a menudo no podemos comprender el porqué. La Biblia dice que “ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo,
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