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Pensó que eso, la patria, era una ilusión de la historia, un zarzal de errores sazonada con simbologías tramposas, y que la suya estaba plagada de hideputas.
el peor enemigo de los colombianos eran los mismos colombianos.
Lo dejó libre a la corriente de la historia que, como se sabe, nunca deja cabo suelto.
La Nueva Granada era, para sus ojos negros e indagadores, una mano incógnita que poco a poco iba abriéndosele.
fue un prócer y estaba absolutamente seguro de que todos los hombres y las ciencias y las artes debían perseguir a la libertad entre el estruendo y la sangre,
Esos ascensos recuerdan aquellas poesías en las que en un verso aparece un cabo y en el siguiente ya se es general por simple efecto de la rima.
Pero qué bondad puede existir en un hombre que pensaba que había que respetar la ley por encima de cualquier cosa, así lo que resultara de ello fuera catastrófico.

