A partir de ese momento, el gobierno enfrentó una puja distributiva en la que sus intentos por restablecer los equilibrios externo y fiscal a través de devaluaciones y aumentos en las tarifas de los servicios públicos eran una y otra vez socavados por incrementos salariales. La inflación se transformó en un mecanismo para resolver conflictos políticos, sociales y sindicales, y la emisión monetaria se volvió la forma predilecta de financiar dichos aumentos. La Argentina había entrado en un círculo vicioso del cual no podía salir.

