Esta teoría del intercambio desigual tuvo mucho impacto en las décadas de 1950 y 1960, no solo entre economistas, sino también entre intelectuales, políticos, medios de comunicación y opinión pública. Esta teoría tenía un appeal especial por su componente fuertemente nacionalista: echaba la culpa del pobre desempeño económico a un sistema mundial injusto en el cual un “centro” había forzado al resto del mundo, “la periferia”, a organizar sus economías según su propio interés.

